El otro día hablaba de lo más llamativo de la reforma de la LPI: la llamada (mal llamada, dicen algunos, no sin razón) «tasa Google» pero que, en realidad, no es sino un canon y, como tal canon, desproporcionado, indiscriminado, injusto y, en definitiva, un pago por nada. Se dirá que no modificamos la dialéctica por más que pasan los años, pero es que la naturaleza del atraco no cambia con los años; sólo cambian -y no mucho- los protagonistas... Salvo a la hora de pagar, que acabamos pagando los de siempre, por más que el atraco se haga por empresas interpuestas (tanto el rufián como la víctima).
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