Veinticinco años no son nada. Todavía estás en la edad de salir hasta las tantas, de darte a los placeres de la vida, de disfrutar ahora que tu cuerpo todavía no te juega malas pasadas y no has empezado a envejecer todavía, aunque ya peines alguna que otra cana. Es cierto, 25 años no son para tanto pero cuando hablamos de la tecnología, su valor se multiplica. Qué le vamos a hacer, la vida de un producto, obsolencia programada de por medio o no, es mucho más corta y soplar velas tiene más valor.
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